Ante la Cruz de Lampedusa


Lo primero que se viene a la mente son los archiconocidos versos de León Felipe «Hazme una cruz sencilla carpintero…»

Ahora entiendo bastante bien al poeta.

Qué paz, qué inmensa paz se siente delante de la cruz sencilla «sin barroquismo…añadidos ni ornamentos». Cada vez estoy más convencido de la conveniencia de pararse a contemplar, de detener las palabras y los pensamientos y ocupar la mente en percibir lo que tenemos delante.

La cruz de Lampedusa, como toda cruz cristiana, como la cruz de Cristo es el arma que empuña el bien en su lucha contra el mal y al mismo tiempo, el signo de su victoria. Es la simplicidad como respuesta a la complejidad, lo inerme como respuesta a lo agresivo, lo inútil frente a lo importante, lo inabarcable frente al afán de control, lo necio frente a lo sabio (1 Co 27-28), la Gracia frente a la Ley y sobre todo, frente a la Letra (2 Co 3, 6).

Sabemos que esta cruz está formada por maderos recogidos de las embarcaciones de refugiados naufragadas frente a la isla de Lampedusa, en Italia.

Iba con cierto miedo a ponerme ante ella. Pensaba que al verla me embargaría el odio. Odio contra quienes propician esos naufragios, esas muertes, odio contra quienes miran para otro lado, quienes justifican, quienes se encogen de hombros, y contra quienes mienten y calumnian descaradamente todos los días. Pero ya digo, ante la cruz la paz barre el odio. Solo hay que contemplar, mirar; de forma que nada distraiga este equilibrio… de los dos mandamientos. Se nos vuelve a hacer presente que la lucha contra la injusticia es desde lo inerme, lo inútil, lo inabarcable y lo necio. Por la Cruz, con la Cruz y en la Cruz.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. José Luis Jiménez dice:

    Enhorabuena

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.